
Algunos, incluida gran parte de los dirigentes del PSOE, manifiestan lo correcto de la transición como mecanismo de superación de odios, y es muy cierto. Y correctísimo. Lo comparto. ¿Pero como se puede, más de 30 años después, seguir negando el respeto a las víctimas y sus descendientes, no ya de una guerra, sino de un régimen que siguió exterminando a una parte de la población durante años y años ?
He visto hoy domingo las declaraciones de M. Rajoy indicando que todo esto es un ataque inaceptable contra la Democracia.
¿Acaso hemos perdido absolutamente el juicio?
¿Realmente piensa esto la derecha democrática?. No lo entiendo, sinceramente. Véase simplemente la siguiente foto. ¿Acaso no tiene derecho a saber donde están sus familiares?
El problema radica en que la derecha democrática es rehén de sus orígenes franquistas y antidemocráticos y siguen presentes en la vida pública y la judicatura muchos reaccionarios que de hecho sólo han mudado sus orígenes para vestirlos de una correcta y supuesta decencia democrática, a menudo indecente. A esto cabe añadir que en España, lo que no ha habido es una transición económica y empresarial, como en Surafrica, por cierto. Basta leer con un poco de atención los apellidos ilustres del mundo empresarial actual y comprobar donde se originaron, y cómo, las grandes fortunas, ACTUALES, de este país.
La derecha es rehén de esta realidad, y la izquierda socialista de un entreguismo empático hacia el poder económico y buscadores de una respetabilidad encarnada en un supuesto "progresismo OCDE" (sin saber por cierto que lo fundamental en ello es precisamente lo que no se ve y solo está presente en la sociedad civil), consciente de la necesidad de un cierto pragmatismo para acceder al poder, y sobre todo para conservarlo.
Y todos ellos también para reivindicar su papel en la transición y los años posteriores, papel de políticos democráticamente reconocidos, pero incapaces de hacerse cargo del dolor de los que más perdonaron, y parece que tienen que seguir haciéndolo indefinidamente, pues en breve la memoria de todos ellos desaparecerá, con su propia muerte.
En efecto, tristemente, ayer, había pocos jóvenes. El tiempo de democracia desmemoriada no perdona. El modelo social imperante, construido desde la empatía de los perdedores hacia la libertad y el respeto a los demás, ha escondido la subyacente insidia del poder político y económico de la derecha de siempre.
Tenemos una desgracia de país, un país desgraciado, con su lógica y representativa clase política, que soló trabaja para la galería y no limpia su propia casa.
El país de una derecha que conserva el poder real, el poder económico y desprecia el progreso colectivo y oculta su pasado de ignominia. Un país del que desde la derecha, salen personajes brillantes y reconocidos mundialmente, como el Sr. Samaranch recién fallecido, franquista en todos sus orígenes (afiliado desde joven a la Falange Tradicionalista y de las JONS, procurador en Cortes, consejero Nacional del Movimiento, Delegado Nacional de Deportes, hombre de la máxima confianza del ex ministro Solís, representante del Tercio Familiar y presidente de la Diputación Provincial de Barcelona en la etapa final del régimen. Durante años Samaranch acudió el 18 de julio a Palacio a la recepción oficial de Su Excelencia el Jefe del Estado e hizo patentemente pública su aversión al Frente Popular, del que escapó en el año 36 zarpando del Puerto de Barcelona en el buque «Urania» junto a Mariano Calviño, uno de los principales representantes del franquismo en la ciudad condal), y que consiguió democratizarse y llegó incluso a encarnar el catalanismo hasta el punto de ser percibido como Barcelonista cuando era aficionado del Español. Un Señor y esposa, que cuando viajaban en avión no le dirigían la palabra a las azafatas, porque eran..... "el servicio".
Pero también el país de una gente que prefiere circular en Mercedes aunque en casa a menudo no queden más que patatas para comer, y de una izquierda que aspira a ser recibida, creyendo inocentemente que lo hacen como pares, en los salones del poder económico de siempre.
Y lo más triste es que se sienten felices y realizados cuando lo consiguen.
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